Luxemburgo se encuentra en el corazón de Europa. Esto le ha permitido estar en contacto con muchas culturas a lo largo de su historia: la celta, la romana, teutona, española, italiana, inglesa y austriaca. Todas ellas han sido plasmadas en la gastronomía del país.

Ejemplo de ello es el «kuddelfleck», un plato típico hecho del estómago de la vaca, bañado en migas de pan y frito en aceite o grasa. Se dice que este plato tiene influencias inglesas y escocesas. El «kachkéis», un tipo de queso local, tiene influencia directa de las tropas españolas quienes trajeron el queso «concojota» en el siglo XVIII. El «Pastaschutta», también conocido como espagueti a la boloñesa, tiene su toque luxemburgués: le agregan carne picada tanto de res como de cerdo.

“Si no hay patatas, no es una comida apropiada”, reza un dicho entre la gente de Luxemburgo. Y es que este tubérculo ha sido la base de la alimentación de la población desde el siglo XVI. La mayoría de las comidas del ducado están acompañadas de patatas cocidas. Una de ellas es el «judd mat gaardebounen» (cuello de cerdo y frijoles) que no sería la misma sin este acompañamiento. Además, platos típicos como el «tierteg» (puré de patatas con chucrut), tienen a la patata como ingrediente central.

Finalmente, Luxemburgo goza de una industria vitícola bastante antigua. Los viñedos del valle de Mosella se benefician de microclima de esa región sureña, la cual cuenta con temperaturas algo más altas que el promedio nacional. Entre los vinos famosas del ducado están el “Riesling”, el “Pinot Gris”, “Pinot blanco” el «Auxerrois» y el «Elbling».

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