El agua y las fuentes en Roma son elementos muy importantes. Ya en la antigüedad era así, con las termas y los acueductos. Y ese valor ha llegado hasta nuestros días, dejándonos testimonio de cada época con fabulosas fuentes que son joyas del arte. Un verdadero museo al aire libre.

Desde las típicas “nasoni” (narizotas) que en cualquier callejuela nos ofrecen excelente agua fresca, hasta las monumentales que incluyen obeliscos egipcios traídos por los emperadores. Roma está sembrada de fuentes.

El gran escultor Bernini nos deja en la Piazza Barberini la Fontana del Tritone, con Tritón sentado sobre una concha que sustentan cuatro delfines. En una esquina de la misma plaza la Fontana delle Appi (de las Abejas), joya del Barroco del mismo autor. También, la Fuente de los Cuatro Ríos, en Piazza Navona, representando los cuatro continentes conocidos en la época con sus ríos más significativos, y coronados por un obelisco egipcio. Ya en Piazza di Spagna, junto a su padre Pietro Bernini, realizó la Fontana della Barcaccia.

En Piazza San Bernardo, la Fontana del Mosè es la parte final del acueducto Felice que abastecía de agua esa zona. Pero el final del acueducto Vergine es el más especial, nada menos que la Fontana de Trevi. Adosada al Palazzo Poli, en un emplazamiento bastante estrecho para la monumentalidad de la fuente, fue acabada por Nicolò Salvi. Este Neptuno, donde artistas de la escuela de Bernini combinaron clásico y barroco, conduce su carro tirado por dos tritones. Posiblemente sea la más famosa y fotografiada de todas las fuentes romanas. Pero sin dudas es el símbolo de la ciudad.

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